Las nuevas lámparas LED representan una serie de ventajas en varios aspectos al ser comparadas con sus predecesoras UV tradicionales, para el curado. No contienen mercurio, no producen ozono, generan menos calor, disminuyen los tiempos de encendido y apagado, ocupan menos espacio y su vida útil es mucho mayor. Las lámparas tradicionales de arco UV tienen algunos inconvenientes como que contienen mercurio y, si se rompen, obligan a un cuidado especial; emiten longitudes de onda en la región UV por debajo de 280 nm y producen ozono, lo que requiere un escape hacia el exterior para eliminarlo; para que permanezcan encendidas, deben mantenerse por encima de una intensidad de luz mínima; necesitan tiempo para llegar a plena potencia y, si se corta, se debe enfriar antes de volver a encender. Durante el curado, se genera mucho calor que puede distorsionar sustratos no porosos, lo que da problemas de registro. Además, es posible que el secado de sustratos papel / cartón cause formación de grietas. Para combatir el calor se han utilizado filtros dicroicos, refrigeración de agua y enfriamiento por aire, pero sólo pueden eliminar 50% del calor generado. Para la refrigeración, junto con la salida de gases para eliminar ozono, son necesarios elementos voluminosos, lo que limita las opciones de instalación. Las lámparas UV son muy ineficientes, aprovechan menos de 15 % de la energía y se degradan continuamente durante su vida útil, que suele ser de menos de 1.000 horas. Una de las primeras tecnologías para reducir estos inconvenientes del UV es el curado por LED. Las lámparas LED UV tienen una varios tamaños, energía y longitudes de onda. El espectro de salida es monocromático y se extienden en 40 nm con pico en 365, 385 ó 395 nm. Como el espectro de salida es reducido, también es reducida la intensidad máxima de la lámpara. Una lámpara de 365 nm tiene una potencia máxima de 2 W/cm2 mientras que la de 395 nm llega a 10 o 16 W/cm2. Una lámpara UV tradicional tiene su espectro de salida de 190 a 800nm. A través de ese espectro, una lámpara de 300 vatios daría aproximadamente 1.650 mW/cm2 sobre la superficie de la huella de energía de la luz UV. Por el contrario, la lámpara LED seria de aproximadamente 500 mW/cm2 en la superficie de la impresión. Diferencias y ventajas En el desarrollo de tintas y recubrimientos que curan con lámparas LED, el fotoiniciador debe utilizar la energía de la lámpara entre 395 a 410nm. Hay muy pocos fotoiniciadores con absorción dentro de estas longitudes de onda. Esto afecta al costo y la eficiencia del elemento. A pesar de que el fotoiniciador absorbe en esta zona, los picos de absorción principales son los compuestos en menos de 395 nm y por lo tanto la eficiencia para absorber toda la luz disponible en 395 nm se ve disminuida. Por esta razón, el uso de lámparas LED para aplicaciones de baja migración no es recomendable. Sin embargo, las lámparas LED tienen otros factores favorables sobre las tradicionales: debido a que la longitud de onda de la luz producida por el LED no está en la zona de 280 nm o menos, no producen ozono y, por lo tanto, no hay necesidad de evacuación al exterior. Funcionan a temperaturas más bajas que las tradicionales porque su estrecho ancho de banda no alcanza el rango espectral que produce el calor del infra rojo. Una lámpara LED llega a los 60° C mientras que las de mercurio pueden superar los 300° C. Las lámparas LED son instantáneas en el encendido y apagado, mientras que las UV normales requieren tiempo para alcanzar la intensidad de trabajo y, tras apagarse, necesitan enfriarse antes de volver a encenderse, más allá del uso de interruptores que ayuden a reducir ese tiempo. Además, ocupan menor espacio, por no necesutar evacuación de gases, refrigeración ni obturadores. Finalmente, la vida útil de las LED es mucho mayor que las de arco UV normales y lámparas H-UV, ya que supera las 20.000 horas, mientras que las UV llegan a 1.000 o 2.000 horas, y las H-UV a 700 horas.