Es el color del próximo año elegido por Pantone. Representa “un símbolo de influencia tranquilizadora en una sociedad frenética”.
Pantone volvió a lanzar su tradicional “color del año” y, para 2026, eligió un blanco etéreo al que bautizó Cloud Dancer. La presentación lo perfila como un tono sereno, casi un punto de partida simbólico para un año que se imagina convulsionado: representa “un símbolo de influencia tranquilizadora en una sociedad frenética”.
Pero esa decisión despertó enseguida una discusión entre cronistas que, más allá del marketing, quisieron leer qué dice realmente esta elección sobre el clima cultural y social del momento.
En esa conversación algunos especialistas en el tema señalaron que, en un escenario político en el que las discusiones sobre diversidad y extremismos están muy presentes, elegir “blanco” como concepto dominante podría activar asociaciones incómodas que el instituto quizá no tuvo en cuenta.
También hubo quienes defendieron la elección por lo que implica la idea de una pizarra vacía: un tiempo que parece estancado, que recicla fórmulas y que tal vez necesita justamente una superficie limpia para que algo nuevo vuelva a surgir. En ese sentido, el blanco cargado de múltiples significados —desde la paz hasta el duelo, pasando por rituales, uniformes y cotidianeidad— funciona como un espejo donde cada uno proyecta lo que quiere ver.
El tono general del intercambio cerró con un balance compartido. Más allá de entusiasmos o rechazos, Pantone eligió un color que, por su neutralidad, se abre a interpretaciones infinitas. Y en una época donde nadie quiere pisar en falso, ese tipo de elección funciona casi como un refugio visual.




